La depresión, también conocida como trastorno depresivo, es una de las afecciones mentales más comunes en todo el mundo. Aparece como una sensación persistente de tristeza o como la falta de ganas de realizar actividades que antes generaban entusiasmo. Aunque puede afectar a cualquier persona, quienes han vivido experiencias traumáticas, pérdidas graves o situaciones de estrés intenso, tienen una mayor probabilidad de desarrollarla. Además, diversos estudios han demostrado que las mujeres son más propensas a padecerla que los hombres.
- Dificultades para concentrarse.
- Sentimientos de culpa o de baja autoestima.
- Falta de esperanza hacia el futuro.
- Pensamientos relacionados con la muerte o el suicidio.
- Alteraciones del sueño (insomnio o exceso de sueño).
- Cambios en el apetito o en el peso.
- Cansancio extremo o sensación constante de falta de energía.
La depresión no solo afecta a tus emociones, sino también la
funcionalidad de la persona en diferentes ámbitos. Puede perjudicar las
relaciones sociales y familiares, afectar el rendimiento académico o laboral, e
incluso interferir en las tareas cotidianas más simples.
La depresión es el resultado de una combinación compleja de
factores psicológicos, sociales y biológicos que interactúan entre sí. Personas
que atraviesan situaciones adversas como el desempleo, la pérdida de un ser
querido o acontecimientos traumáticos tienen más riesgo de padecerla. Además,
la propia depresión puede intensificar los problemas de la vida diaria, creando
un ciclo difícil de romper.
La salud mental y la física están estrechamente
relacionadas. Muchos de los factores que influyen en la depresión, como la
inactividad física o el consumo excesivo de alcohol, no solo aumentan el riesgo
de sufrir depresión, sino que también están relacionados con enfermedades como
la diabetes, el cáncer, los problemas cardiovasculares y respiratorios. De
hecho, las personas con estas enfermedades desarrollan depresión como
consecuencia de las dificultades que implica gestionar su afección.
A pesar de su impacto, la depresión es prevenible y
tratable. Diversos programas comunitarios han demostrado ser eficaces para
reducir su aparición. Los programas escolares que enseñan habilidades para
enfrentar las dificultades emocionales son un ejemplo. También hay
intervenciones dirigidas a padres de niños con problemas de conducta, las
cuales no solo mejoran el bienestar de los niños, sino que ayudan a reducir los
síntomas depresivos en los adultos. En el caso de las personas mayor, los
programas de ejercicio físico regular pueden ser una excelente herramienta
preventiva.
Respecto a los tratamientos, los enfoques psicológicos son
la primera línea recomendada, especialmente en casos leves. En situaciones
moderadas o graves, pueden combinarse con medicación antidepresiva. Los
tratamientos psicológicos pueden enseñar nuevas maneras de pensar, gestionar
situaciones difíciles y mejorar las relaciones personales. Estas terapias
pueden llevarse a cabo de forma presencial o línea, tanto con profesionales
como con terapeutas no especializados supervisados.
Además, existen recursos accesibles como manuales de
autoayuda, sitios web y aplicaciones diseñadas para brindar apoyo psicológico,
que pueden ser especialmente útiles como complemento del tratamiento
profesional.
Hablar de depresión es necesario. Entenderla, identificar
sus señales y saber que existen herramientas efectivas para prevenirla y
tratarla es un paso fundamental para romper el estigma y construir una sociedad
más saludable emocionalmente.
Smith K. Mental health: A world of depression. Nature
[Internet]. 2014 [consultado 15 may. 2025];515, 180–181. Disponible en: https://doi.org/10.1038/515180a
World Health Organization: Depresión. WHO [Internet]. 2023
[Consultado 15 may. 2025]. Disponible en: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/depression

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